¡No me pegues!

Por Carolina Aguilera Apuntes No hay comentarios en ¡No me pegues!

Tenía siete años, te estaba esperando. Miraba a mí alrededor buscando un buen escondite en el que no pudieras encontrarme. No se trataba de un juego, tenía miedo. Pensé en meterme debajo del escritorio, pero sabía que si lo hacía, te enfadarías más. Lo malo de la vida real es que no podemos parar el tiempo, solo tenía pocos segundos para decidir dónde situarme, y estos se consumieron. Entonces, apareciste. Recuerdo tu cara llena de ira, tus pasos de gigante contra el suelo de madera, tu melena gris al viento que cubría vagamente las marcas del tiempo, tus ojos fijos en los míos, tu respiración desordenada, tu odio, y el mío.

No recuerdo si mi corazón iba a mil por hora, o si se había paralizado. Solo sé que había dejado de respirar, que dirigí mi mirada al suelo y cerré los ojos con todas mis fuerzas, con la esperanza de que si no lo veía, no existiría.

“La esperanza es el consuelo de los tontos”, dicen.

Sentí tu mano contra mi cara, contra mi pierna, contra mi brazo, contra mi oreja. El dolor, no tanto del tortazo como del hecho de que fueras mi padre. El deterioro de mi confianza en ti, e incluso de la mía. Lo sentí todo, sin ver nada.

Y entonces, te marchaste. Me dejaste allí, junto a la cama, en el suelo, llorando tanto, y tan fuerte, que no comprendía por qué nadie venía a ayudarme, a abrazarme.

No soy consciente del tiempo que pasó hasta que mis lágrimas dejaron de caer, lo único que sé es que un día cesaron, pero no con ellas mis sentimientos.

Cada vez te odiaba más, aunque me exigiera quererte. Cada vez te tenía más miedo, aunque luchaba con todas mis fuerzas ser capaz de hacerte frente.

Cada vez lloraba más, y reía menos.

Julia, 18 años.

No importa que sea en el culo, en la cara, con la mano o con la zapatilla… cuando pegas a tu hijo haces que se sienta mal. Consigues que te tenga miedo, haces que se sienta solo.

Tú eres su mamá o su papá, se supone que eres la persona que más ha de quererle, respetarle, protegerle y cuidarle y sin embargo le pegas.

Pegándole consigues que te haga caso, pero además consigues que se llene de inseguridad. Consigues que piense que es malo y se lo merece,  consigues dañarle la autoestima, consigues que tenga una imagen de sí mismo negativa.  Consigues que pueda aprender que es normal que la gente le trate mal. Y que aprenda a conseguir las cosas mediante la violencia. Consigues que pueda dejar de ser cariñoso contigo, que deje de contarte sus problemas. Consigues que te mienta para evitar tus castigos, consigues que se encierre en sí mismo. Consigues que se aparte de ti, que cuando crezca no le salga darte besos ni abrazos.

Consigues que cuando sea más mayor tenga tan interiorizado todo esto que ni siquiera sea consciente de ello y diga cosas como: “a mí me pegaban de vez en cuando y no estoy traumatizado”. Consigues que piensen que ellos os respetaban de pequeños cuando en realidad os tenían miedo.

Y si lo estará, porque no sabrá como hubiera sido todo, como sería él ahora, y como se relacionaría con la gente si sus padres hubieran optado por otro tipo de crianza.

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