Estoy agotada, mira, ayer me puse a llorar en la ducha, no sé por qué, no podía parar, me siento de tantas maneras a la vez que estoy saturada. A mí me ha cambiado la vida totalmente, y, si es que no me puedo quejar porque el crio es buenísimo, creo que me siento mal por sentirme mal. Pero es que a veces ya no puedo más. Y a su padre, no le ha cambiado nada la vida, ¿sabes? Él sigue igual. Es como si el hijo sólo fuera mío, llega tarde a casa y claro sólo quiere jugar con él, achucharlo, vamos que lo excita y es su hora de dormir. A ver, yo lo conozco, me paso todo el día con él. Sé que a esa hora él ya está cansadin y quiere dormir. Y si lo excitas luego ya no se duerme y por la noche se desvela y yo necesito descansar.
Luego otra cosa que me desespera, él sigue haciendo la misma vida, sigue queriendo que quedemos con nuestros amigos para comer o cenar y no se da cuenta de que tiene un hijo y hemos de almoldarnos a sus horarios. No sé, no tengo fuerzas ni para discutir con él. Pensaba que las cosas iban a ser diferentes, cuando éramos novios él era muy detallista, ¿sabes? Estaba muy pendiente de mí, de agradarme, y yo a él, era todo más armónico. Un hijo te cambia todo. Yo pensaba que nos acercaría más aún, que seríamos una familia súper unida, y está pasando todo lo contrario. Cada vez le siento más lejos, y lo que me preocupa más y es porque he venido a hablar contigo, es que no me importa tanto como creo que debería.
Bueno, no sé por qué hemos acabado aquí, pero ya que he venido quiero contarte como me siento yo. Soy el hermano mayor de cuatro, siempre me ha gustado mucho jugar con mis hermanos y después de casarme tenía muchas ganas de tener hijos, tres o cuatro, como mi familia. Cuando nos quedamos embarazados fantaseaba mucho con cómo sería todo, el nacimiento, los primeros días, los primeros meses, imaginaba como iba a ser de padre y la gran familia que íbamos a ser.
Mira, resultó que todo fue distinto. Cuando nació, lo recuerdo tan bien, como me sentí, buf, que sensación, nada es comparable. De repente me sentí realizado, si, sé que suena peliculero, pero te juro que fue así. Pero todo se rompió a los pocos días. Mi hijo y mi mujer se hicieron uno. Fue algo increíble de ver, pero muy doloroso para mí. Sentí que no aportaba nada, que no me necesitaban para nada. Me sentí desubicado, sin un sitio al que ir. Mi hijo y su madre, mi mujer, se fusionaron. Ella le daba de mamar y se quedaban dormidos los dos, al principio les hacía muchas fotos. Luego me dolía tanto verlos así que dejé de hacerlas. Ella se ocupaba de todo y no me permitía acceder al bebé, me decía “ya lo hago yo” o “tú vete haciendo la cena”. Y cuando insistía y lograba bañarle, o vestirle o cualquier otra cosa, casi siempre lloraba. Sabes, mi hijo lloraba en mis brazos, me sentía fatal.
Los meses han ido pasando y yo me he ido separando, es cierto, pero porque ella quiere hacer las cosas a su manera y yo parece que le estorbo, no me siento el padre que soñaba ser. Cuando llego de trabajar quiero ver a mi hijo, abrazarlo, jugar con él, pero ella no me lo suele permitir porque dice que le desvelo. Así que solo los fines de semana me quedan para poder estar con él. Intento que sean esos momentos cuando ella pueda liberarse un poco, porque la veo muy cansada, y podamos quedar con nuestros amigos, pero eso parece que también le enfada.
Seguro que a todos/as os suena estas reflexiones que hoy comparto con vosotros/as y es que, la falta de comunicación en la pareja lleva a situaciones como esta. Por no comunicarse, dos personas pueden acabar muy alejadas. Y durante ese proceso con muy malas sensaciones. Esos sentimientos de incomprensión por parte del otro no solo conllevan un alejamiento emocional y físico, sino también un sufrimiento para el tercer miembro de la familia que es el bebé.
Hablar, hablar y solo hablar nos permitirá afrontar los retos de la vida juntos. Si nos comunicamos, si nos ponemos en el lugar del otro, si no nos dejamos llevar por la deriva del malestar, del rencor y la decepción, sino que nos empeñamos en solucionar nuestras diferencias, no garantizará el éxito de una pareja, pero si el éxito del cariño y del respeto y eso, además, se lo estamos transmitiendo a nuestro/a hijo/a.
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