Los castigos

Por Carolina Aguilera Apuntes 2 comentarios en Los castigos

Dice Rosa Jové que el castigo es un fracaso del educador. Estoy de acuerdo. A lo largo de este post veremos para qué sirven los castigos, qué consecuencias tienen, y otras alternativas para educar.

Los adultos utilizan el castigo como “corrector” de conductas que entienden de inapropiadas en los niños. Imponiéndoles estos castigos los niños experimentan consecuencias desagradables y de esta manera “se supone” que no volverán a repetirlas.

A mi juicio, el primer error es que de esta manera sólo corregimos -no explicamos- , y como consecuencia, el menor solo actuará para evadir el castigo y no interiorizará valores.

Con este método tan extendido del castigo el niño sólo aprende lo que NO puede hacer, y nos olvidamos de explicarle

a) el motivo del porqué no puede hacerlo  y

b) alternativas a su comportamiento.

Además, con el uso de estas técnicas de castigos (y premios) lo que estamos enseñando es a realizar conductas solo por el mero hecho de conseguir un premio o por evitar un castigo. Sin que entiendan el porqué, ni puedan interiorizar, ni aprender. El adulto regula la conducta del niño y no hay un proceso reflexivo por parte del niño para poder asimilar lo que va aprendiendo.

Además, su efecto es temporal, cuando el castigo deje de importarles o el premio no les interese tanto, dejarán de hacerlo. Por lo que, los adultos tenderán a agravar el castigo y/o mejorar el premio. Aún esta semana escuchaba en consulta, como en tantas otras ocasiones “es que le da igual todo, ya le he castigado sin play, sin tv, sin salir…y no le importa nada”.

En esos casos a veces utilizamos el chantaje emocional, rechazamos sus acercamientos, sus abrazos, mantenemos largos silencios, les comparamos con otros niños, les decimos que se lo vamos a decir a su profe, fomentando los sentimientos de culpa de los niños. Lo cual tampoco les enseña nada positivo sino que lesiona su autoestima de una manera directa provocándoles ansiedad y miedo en muchas ocasiones.

Imagen obtenida de la web www.escuelaenlanube.com

Imagen obtenida de la web http://www.escuelaenlanube.com

Si nosotros, adultos: cometiéramos un error, si nos “pillaran en un renuncio”, si reaccionáramos de una manera que perjudicáramos a otra persona, si llegáramos tarde a una cita, si rompiéramos por enfado o descuido una pertenencia de otro… ¿cómo nos gustaría que el otro reaccionara? ¿Cómo nos ayudaría a entender que ese comportamiento no es apropiado? ¿Cómo nos serviría para ser mejores personas?

–      Dándonos un tortazo

–      Gritándonos

–      Aislándonos

–      Quitándonos algo preciado

–      Apagándonos la TV, PC, Tablet…

–      Obligándonos a ir a la cama sin cenar

¿Has leído las opciones y ninguna te parece la adecuada? Bien, pues así tratamos a los niños, así “educamos” a los niños. Algunas de esas opciones podrían ser motivo de ruptura de una pareja, de una amistad…Es más, algunas de esas opciones podrían ser consideradas delitos si lo aplicáramos a un adulto.

El por qué lo que hacemos con los niños para “educarlos” y no lo hacemos con los adultos tiene que ver con el Adultocentrismo. Implica entender que los adultos tienen más derechos que los menores, es una forma de educar en la que la obediencia ha de ser ciega y en la que se pueden utilizar métodos que no utilizaríamos con adultos por cuestiones morales.

Pues bien, este tipo de educación tiene unas consecuencias, no tienen en cuenta los aspectos emocionales de la persona. De manera sutil (a veces no tan sutil) se va erosionando la autoestima de ese menor. De la misma manera que si tu pareja te castigara cada vez que algo que haces no le pareciera bien. En ese caso aún tú estarías más protegido puesto que podrías elegir separarte de esa persona, los niños no tienen esa opción.

Si has leído hasta aquí, seguramente estarás pensando, y entonces ¿cómo se hace? ¿Cómo puedo educar a mis hijos sin dañar su autoestima? ¿Cómo puedo acompañarles respetándoles como respeto al resto de adultos?

UNICEF propone en su campaña EDUCAR EN POSITIVO cinco pasos (por este orden) para gestionar los conflictos:

1)      Calmarse

2)      Escuchar

3)      Hablar

4)      Explicar

5)      Llegar a acuerdos

Antes de continuar me permito comentar que estos cinco pasos podrían aplicarse (y deberíamos hacerlo) para gestionar los conflictos con otros adultos también.

Para poder explicar, de una manera más visual, estos pasos procederemos a verlos en un ejemplo.

De repente me percato del silencio, ¿qué estará haciendo? Voy rápido a su habitación y allí me lo encuentro, con sus pinturas pintando la pared. Me altero, acabo de pintar esa pared y mira cómo la ha puesto. En ese momento le gritaría, le quitaría las pinturas y le castigaría con ir a pensar a su sillita. Pero paro, me acuerdo de eso que he leído, “pensar no puede ser un castigo” Si hiciera eso además, no estaría enseñándole nada, estaría vengándome, tú me has hecho esto pues yo te hago esto otro.  Porque – el que estando enfadado impone un castigo, no corrige, sino que se venga.

 

1)      Me acuerdo del post que he leído esta mañana y lo pruebo. ¿qué era lo 1º? Ah sí, me calmo, respiro hondo y pienso que él no lo hace para fastidiarme.

2)      Le escucho, ¿por qué has pintado la pared? Mira mamá, es que quería dibujar unas cosas para que quedara bonito.

3)      Hablo con él, me intereso, ¿qué querías dibujar?

4)      Le explico que me gusta que dibuje pero que no en la pared, que tiene su pizarra, o sus libretas para poder dibujar. Me dice que quiere dibujar en la pared porque está vacía.

5)      Pacto con él, compraremos un papel grande y lo pegaremos en la pared para que pueda dibujar en él, y así no ensuciar la pared. Le parece bien y me dice que así ya no estará vacía.

 

Estos pasos se pueden aplicar para cualquier tipo de situación, y a cualquier edad. De esta manera tu hijo crecerá en un ambiente respetuoso, donde irá interiorizando valores de una manera armónica sin resquebrajar su autoestima.

Imagina que tus padres te hubieran tratado así, imagina que tu pareja te tratara así, que trataras así a tus amigos, todos ganaríamos.

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2 comentarios
  • Mamayo
    Publicado en junio 21, 2017 at 4:14 pm

    Buenas tardes Carolina, encantada de leer tus respuestas. No estoy del todo de acuerdo. Un niño de 10 años que pinta la pared, sabiendo perfectamente que eso no se hace y solo lo hace porque le apetece sin reparar en que es una norma no hacerlo, en que sus padres acaban de pintar la pared, en que les ha costado dinero la pintura etc… creo que puede aprender con unas consecuencias. Si tu le explicas a tu hijo una y otra y otra vez que eso no se hace y lo sigue haciendo porque le apetece, tal vez, pienso yo, para que no ocurra más, tendré que guardar las pinturas… porque si explicarlo no funciona (que innumerables veces no funciona) y puede más su deseo, entienda o no que eso no se hace, pues llegados a este punto, y sintiendolo mucho, las guardo y un problema menos. Lo mismo ocurre si no hace caso y no se viste porque le apetece más remolonear y llegais tarde al cine, por ejemplo, pues resulta que si te lo he explicado 3 ó 4 veces y no ves el peligro o pasas de él o te dejas llevar por la pereza o quieres ver qué pasa, pues al final no vas al cine, porque no se entra a media peli molestando a todo el mundo ni me gasto dinero en la entrada para ver media hora de película. No sé, llamemoslo castigo, consecuencia, o x, pero a veces creo que es más que necesario para aprender. Yo si llego tarde a una cita, tal vez me pierda algo bueno, tal vez mis amigos se enfaden, o tal vez, si en vez de una cita, es mi puesto de trabajo, lo pierda. La vida es así, maravillosa y con consecuencias reales que hay que aprender, porque las explicaciones muchas muchísimas veces se las pasan por donde quieren.

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    • Carolina Aguilera
      Publicado en junio 26, 2017 at 2:55 pm

      Muchas gracias por tu interés en el blog y por emplear tu tiempo en hacer un comentario. Lo cierto es que es difícil, en muchas ocasiones, entendernos. Siguiendo tus ejemplos se me ocurre decirte, si un niño de 10 años pinta la pared, una consecuencia podría ser el que la limpiara o pintara y así entendiera lo que cuesta hacerlo. Explicarle que no es ahí donde tiene que pintar. A esa edad, si, aun así lo sigue haciendo, quizá habría que pensar qué otras cosas están ocurriendo. El sentido del tiempo, de los horarios, los niños lo van incorporando poco a poco. Sus ritmos son diferentes. Sería bueno responsabilizarles de sus actos, por ejemplo «si logras estar listo a esta hora podremos ir al cine, si no, tendremos que hacer otra cosa». A la edad de 10 años ya pueden ser capaces de organizarse para ajustar los tiempos, aunque necesiten de ciertas ayudas.
      Creo que lo más importante es entender sus comportamientos, no pensando que lo hacen para fastidiarnos, o porque les apetece, porque eso lo que hará es encender nuestra ira y así nunca seremos justos en nuestros comportamientos.

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